23 abril, 2008

El reinado gatuno



EL REINADO GATUNO

En la actualidad, el gato está ocupando un lugar de privilegio.

Empezaron a ser preferidos a los perros, ya que son discretos, solitarios caseros y esencialmente limpios. No cualquiera logra ser dueño de un felino, si no le conoce los hábitos de realeza que, agregados a su ensimismamiento, lo volvieron sagrado para los egipcios. Adela, amiga, se encontró con el gato de un vecino tendido en su umbral, al que mimó unos instantes. El minino aparecía un par de horas diarias, y, con paciencia, fue ocupando lugares de privilegio. Cuando sus dueños se mudaron a 30 km. de distancia, el gato retornó al sillón de terciopelo granate del living de Adela, hambriento, desgreñado y lleno de lastimaduras. Su elección fue aceptada.

El gato no obedece cuando se lo llama, no porque no escuche, sino porque su independencia es más potente que todo gesto de sumisión. Se sienta y entorna los ojos para pensar mejor, y acude presuroso en busca de caricias, sólo cuando le place. Despierta a sus amos diez minutos antes de la hora acostumbrada, ronroneando en sus oídos o paseándose por su cabeza.

Curioso por antonomasia, no mide el peligro y puede pasearse, muy orondo, por la baranda de un balcón. Contra todo lo previsto, no desecha el agua y pretende permanecer en el baño, haciendo equilibrio en el borde de la bañera, mientras los humanos se duchan.

Afectuoso sólo por raptos, ama el silencio, el orden la pulcritud y tiene la extraña virtud de colocarse en lugares donde los colores y las formas armonizan con su cuerpo.

Algunas personalidades lo definieron con exactitud. George Bernard Shaw opinaba que “nunca se podrá ser dueño de un gato, en el mejor de los casos, sólo su acompañante”.

Siente especial predilección por la gente concentrada y, los que disfrutamos de un ejemplar, reconocemos el sello de sus patas sobre la mesa o una repisa. No hay gatos corrientes y, como se dijo, “los perros nos miran como a sus dioses, los caballos como a sus iguales pero los gatos nos miran como a sus súbditos.

Sabemos que su interés será inversamente proporcional al empeño que se ponga en llamarle la atención. Comerá únicamente de su plato azul, aunque a veces derrame alimento sobre el piso, sólo por placer.

Si se lo ignora completamente, enganchará su garra en el mantel y saldrá corriendo, para producir un estruendo sin precedentes, pero si se lo toma en brazos saltará con gracia y precisión... a él no le gusta que lo invadan.

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